domingo, 16 de marzo de 2008

£SD (Lo Siento Demasiado)

The Pretty Things. LSD, 1966.



1. Ni siquiera se puede decir que la preferencia transforme la vida en destino, o en un acontecimiento invisible y definitivo. La preferencia se multiplica y se diferencia para dar vida a las singularidades. La palabra preferir evoca la idea de una cierta sustancia, siempre como concepto filosófico, ubicada por nuestra maniobra en un lugar tan lejano que, de sólo permanecer en él un buen tiempo, hará de nosotros la singularidad. Pero esto nuevo, vuelto novedoso, no es sino la catapulta a la homogeneidad, lo que significa un ejemplo de lo poco que la razón invierte en diferenciarse. Por supuesto, esa razón no puede entenderse como ser autónomo al que habrá que reclamarle cosa alguna, nada de eso, sino como funcionamiento electivo proporcionando ese neurotransmisor falible interesado en nuestras decisiones. Preferir es improvisar una elección en el momento preciso en que alguien iba a decidir por nosotros. De otra manera, cabe la pregunta, ¿nadie elige (nunca, nada) por motu proprio?


Buffalo Springfield, For What It's Worth, en "Smother Bros show". 1968

2. Si por elegir entendemos la consecuencia más o menos directa de una determinación realizada por un individuo o colectividad, o bien comunidad, con la sola idea de que esta decisión fuese el correlato necesario de una acción razonada, entonces, el término preferir acercaría puntos a la radicación de esa idea. Según el diccionario, preferir significa praeferre, llevar o poner delante (algo así como el nativo “poner el carro delante del caballo”); también, nuestro infinitivo está emparentado con la acción de aventajar, y of course, de sentir. Dar la preferencia, entonces, en un principio de determinación de las ideas que escapan al desdecir, como si al promediar la función electiva estuvieran desarrollándose diversos métodos de desertificación del habla. Preferir es reabsorber la posición de sujeto cuya parla, no siempre, equivale al curso de la síntesis. Preferir también es desarrollar, o por lo menos, la posible experiencia de desarrollar a futuro. Quien ha elegido nos debe una historia, mientras que la partícula de esa ficción no es otra que la epidemia de un suceso. A todo eso se le llama elección, el retrovirus de la decisión personal, el dedo a veces acusador de la edición de El Fiord, de Osvaldo Lamborghini. ¿Elegir es seleccionar? ¿Y seleccionar, es quitar o agregar, en forma puntualizada?

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