lunes, 16 de junio de 2008

Lo que opina Masotta

Otra cosa es esa mirada que participa de lo mirado, ese platonismo al que Oscar Masotta le endilgaba a Güiraldes, en Don Segundo Sombra. Ver es participar, pero también integrarse, y no veo en los discursos de los dirigentes rurales, que a esta altura más bien son recursos de la retórica, otra cosa que la mirada integradora por posesión. Es evidente que los dirigentes, con la cabeza de De Angeli, justamente a la cabeza, observan la radicalización de su propio lock-out, como una situación paisajística en la que no se involucran, aunque aprendieron a soportarla. También entendieron que existe una realidad multiplicada, y que en ese accionar de la realidad, lo que antes estaba encapsulado (la problemática agraria ante la sociedad) ahora, gracias a la invaluable ayuda de algunos medios, es una multiplicidad (la horrible multiplicidad del fascismo, diría en clave de rizoma). Lo que demuestra esta particularidad del conflicto entre un sector productivo y el gobierno, es que la palabra está deslegitimizada: Carrió dice fascista al gobierno de Cristina. Carrió rompe con el ARI porque no la contenía, porque no era su proyecto; se une a Telermann, unilateralmente. De la misma manera, escapa, cuando no consigue ganar la elección contra Filmus y Macri. Ante la duda, disolución, rezaría (obviamente) el lema de Carrió. Después inventa la Coalición Cívica, un nueva Alianza, pero más berreta, e incluso, más liberal. Y allí propone que la rodeen, como Jesús en la Montaña, a una serie de Apóstoles con un historia de fracasos espantosos, y a un lazarillo predecible como es el diputado Adrián Pérez. Desde ese púlpito deslegitima: le habla a la cámara (en el programa de sus monaguillos: Nelson Castro, Luis Majul, Mariano Grondona, etc.), le habla al pueblo, y vaticina que las cosas empeorarán, que probablemente haya muertos, pero que después vendrá la alegría, la felicidad. Eso es la descripción de un deseo de que todo sea arrancado de raíz, es decir, el "neo que-se-vayan-todos" que también le cupo a Carrió, pero que ella misma birló con inteligencia el pedido general de transparencia utilizando la complicidad con los medios de comunicación. Y algo más: ¿por qué esta mujer no debate? (hace dos semanas atrás, en un programa de televisión y estando presente Edgardo Depetri, diputado kirchnerista, dijo que con Depetri no debate, que esas no eran las condiciones de la entrevista). Esta mujer, ¿realmente cree que es Hannah Arendt, o una intelectual cuyos interlocutores sean pensadores de primera línea? Un psiquiatria a la derecha. ¿Y no hay periodistas de supuesto renombre que discutan, por lo menos, que cuando se manifestan diferencias con un gobierno no se lo puede calificar espontáneamente de mafioso, fascista, o corrupto? ¿Todo eso, no es demasiado? Y ese chico de dieciocho, diecinueve años, en las inmediaciones de la quinta de Olivos, caceroleando, con un cartel que decía pocas y despreciables cosas sobre Montoneros, ese chico, ¿tendrá la más vaga idea de lo que hace? ¿Por qué tengo la obligación de pensar que es un golpista destituyente? ¿Y si sólo es un boludo? ¿Y si no es un boludo y es, lo que creo, un irresponsable que ejerció su voto por primera o segunda vez, y las instituciones les importa un bledo, y por lo que digo, mucho menos su voto? ¿Montoneros? El problema del país no son los montos, no podrían serlo nunca. Si hablara de la cantidad de gente al parecer progresista, socialdemócrata, que desea que a Cristina le suceda lo de Fernando de la Rúa, sólo por ver a un gobierno peronista barrido "por su propia medicina". ¿No serán personas incapaces de pensar más allá de su falta de audacia en imaginarse una vida diferente, sin rituales ni saltos más allá de amantes ocasionales? ¿Otra vez las derrotas personales quieren suplantar una vida sin (a)tributos por la solución mágica del aburrimiento? Tal como se ve, el 2001 dejó una enseñanza aún peor que el desmanejo de una crisis: que los gobiernos pueden caer por intereses particulares (lo del corralito, en definitiva, fue eso, no jodan) y que la oposición (no sólo la formalizada partidariamente) ahora se traviste como comunicadores otrora hiperdemocráticos (Castro, Magdalena, Lanata, etc.), pero que no ocultan su queja por la forma de hacer política de los Kirchner. ¿Qué si les tiene que gustar? No existe obligación, y por opinar diferente no merecen ser tildados de golpistas. Pero aquello del tono soberbio y autoritario que le endilgan a la Presidenta, ¿no le cabe también a Biolcatti, De Angeli, el manejable Buzzi? Y allí, cuando se pone este punto de igualdad (como si fueran contendientes equiparables los intereses agrarios y el gobierno), es cuando ocurre el nuevo descubrimiento democrático a nivel discursivo: "el gobierno es el que tiene la llave"; "el gobierno tiene la obligación de negociar, de hallar la paz interior" (Carrió, Gandhi). ¿Por qué? A ver, no me pregunto por qué tiene que existir "la paz interior", no se discute el tema de la paz; sólo digo, con esa pregunta, ¿nadie que no fuera el gobierno tiene la obligación de ceder posiciones? El discurso pseudo-democrático le otorga reconocimiento de poder al gobierno, al punto que lo socava. Porque aquellos que le piden el ejercicio del poder, no quieren que éste sea condición sine qua non de este Ejecutivo. De Angeli le pide a la presidenta que abra el diálogo, pero al mismo tiempo le pide el cambio del modelo económico, y segundos después, le habla de nuevo a Cristina a través de la cámara evangelista, y le pide un gesto de grandeza, que si ella lo hace, "el pueblo la acompañará". ¿El pueblo? ¿De Angeli es el pueblo? En otro blog se discutía que ya no existe, siquiera conceptualmente, el "campo popular". Coincido, pero este neo-pueblo conservador de la época del 30, al que apunta De Angeli y Buzzi cuando hablan de la "rebelión del interior", tampoco. Oscar Masotta, en aquel artículo llamado El platonismo de Güiraldes, que más de un periodista televisivo debiera leer, expande aquel concepto remanido pero real, sobre Don Segundo Sombra, al decir que el libro compone la figura del peón pero vista por el patrón. Masotta dice que eso es insuficiente: que la figura del peón es simplemente vista, mirada. Para Masotta ese texto es la contribución de la literatura gauchesca de velar por las relaciones de clases, lo cual convierte al propietario de bienes raíces en la imagen de un propietario de bienes raíces. ¿No es eso parte del problema? Justamente, porque en ese mirada pretendidamente laica de la democracia, quiere igualar al hombre de campo (es decir: el de "bienes raíces") con los peones y pequeños productores. ¿Se nota la diferencia? Los dirigentes rurales y parte de la oposición quieren que adquiramos una nueva versión de la democracia, donde todo es higiénico, los intereses son sólo los del pueblo, y las expresiones golpistas son manifestaciones espontáneas. No hay clientelismo en la derecha agraria: hay espontaneidad y naturalidad, lo mismo que los pastizales barridos por el viento campero. Para bucólico está bien, pero de allí a imaginarnos a Sarah Kay y la Familia Ingalls cortando rutas, es suficiente. Prat Gay, Patricia Bullrich, Miguens, Pinedo, Grondona, Castro, Cecilia Pando, Solanet, Enrique Olivera, Gerardo Morales, De Narváez, etc, tienen ese discurso homogéneo de la democracia agraria. No lo sé. Sí sé que son la Mesa de Enlace de la Oposición Partidaria, y una muestra patética de otra forma de hacer política, o de desarmar la política con fines supuestamente institucionales. Recordar el punto: no sustituir la democracia por la restauración. Entonces, ¿esta democracia funciona sólo con la imagen de quien ejerce el poder? Es decir, ¿quién gana las elecciones impulsa su manera de interpretar la democracia? No está mal, pero ¿quienes no están en el poder, pueden imponer su mirada sobre lo mirado? ¿La democracia no la construimos todos, o bien, se impone entre todos, o nada: no se impone? ¿Y con este concepto qué hacemos? Al querer igualar al peón de campo y los pequeños productores con los que manejan los pooles, este reclamo viste de una belleza moral a quienes antes eran despreciados y hoy no sólo son un capital político, sino algo peor y más revulsivo: se han convertido en las bases de esos pooles. Ese es el error cometido por el gobierno, dejar que se transforme un sonido en un reclamo, y que encima, parezca justo. Aun falta mucho. Será la hora de que Don Segundo Sombra fuese reescrito, pero al revés, como propuso Oscar Masotta. El peón no deberá ser el reflejo en el que el patrón se contemple, sino carne pura, para que el patrón se convierta en fantasma. ¿Qué imagen de pueblo acaba de reinventar la "Mesa de Enlace"? ¿Qué nueva forma de muerte de la democracia argentina se propugna ahora?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Arteca, me pareció muy buena tu nota. Ana Porrúa

Néstor Sbariggi dijo...

Excelente Marito!

Un abrazo

Mario Arteca dijo...

Gracias, querido ingeniero. Si podemos todos escribir con la mejor honestidad intelectual que tenemos, podemos sentirnos un poco más partícipes del debate que se da en todas partes. El tema no pasa "en qué lado estás", sino con qué argumentos enfrentamos el caceroleo. Es una de las formas de comprometerse, no? Un abrazo grande, Néstor (qué nombre!), nos vemos!!!