sábado, 23 de agosto de 2008

Mahmoud Darwish (1941-2008)

(9 de agosto de 2008)
Fallece Mahmoud Darwish, considerado el "poeta de la resistencia" palestina
Darwish, de fue miembro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y escribió en 1988 la Declaración de la Independncia Palestina, lo que le ha valido el sobrenombre de "poeta de la resistencia".
Mahmoud Darwich nació 1941 en el pueblo de Al-Birwa, en la Galilea, y ha sido el poeta palestino más reconocido en el exterior, honrado con reconocimientos como la medalla del Caballero de las Artes las Letras de Francia en 1997, el premio Lotus en 1969, el Lenin, en 1983, el premio de la fundación Lannan a la libertad cultural, en el 2001, y el Príncipe Claus de Holanda, en 2004.
Tras el estallido de la primera guerra árabe israelí, su pueblo fue destruido y sus habitantes obligados a un exilio forzo.
Tras su vuelta del Líbano, donde permaneció por un año, Darwish vivió en diversas localidades de los territorios palestinos, donde era detenido reiteradamente por las autoridades israelíes por sus escritos y su actividad política contra la ocupación.
En 1960, a la edad de 19 años, escribió su primer poema, titulado Pájaros sin alas. Un año más tarde ingresaría en el Partido Comunista de Israel, formación judeo árabe. Publicó su primera obra, "Hojas de Olivo", a los 22 años de edad desde entonces ha escrito más de una veintena de libros de poesía y cinco de prosa y sus textos han sido traducidos a más de 20 idiomas.
Su célebre poema de 1964, Identidad (Sajjel: Ana arabi), basado en un formulario israelí, se convirtió en un himno del todo el mundo árabe.
En 1970 se vió obligado a abandonar su tierra y exiliarse primero en Moscú y luego en El Cairo, Beirut y una sucesión de capitales árabes.
Darwish formó parte del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), cargo al que renunció en protesta por la firma de los acuerdos de Oslo, en 1993 entre palestinos e israelíes.
Fue el autor, en 1988, de la Declaración de la Independencia Palestina, lo que le valió, junto con su obra en defensa de la libertad y de su tierra, el sobrenombre de "poeta de la resistencia", si bien también supo cantar a la vida y al amor.

(extraido de www.elpais.com)

1. Un metro cuadrado en la cárcel

Ésta es la puerta, y detrás el paraíso del patio. Nuestras cosas, todo lo que nos pertenece se esfuma. La puerta es la puerta, puerta de la metáfora, puerta del cuento, puerta que purifica a septiembre, puerta que lleva los campos a la génesis del trigo. La puerta no tiene puerta, pero yo puedo acceder a mi salida, enamorado de lo que veo y no veo. ¿Tanta gracia y belleza en la tierra y la puerta no tiene puerta? Mi celda no ilumina más que mi interior. Que la paz sea conmigo, y paz al muro de la voz. Para alabar mi libertad he compuesto diez poemas, aquí y allí. Amo las migajas de cielo que se infiltran por el tragaluz de la cárcel, un metro de luz donde nadan los caballos y las pequeñas cosas de mi madre, el perfume del café en su ropa cuando abre la puerta del día a sus gallinas. Amo la naturaleza entre otoño e invierno, a los hijos de nuestro carcelero y las revistas esparcidas por las aceras lejanas. He compuesto veinte canciones satíricas del lugar donde no hay espacio para nosotros. Mi libertad: ser lo contrario de lo que quieren que sea. Mi libertad: ampliar mi celda, continuar la canción de la puerta. Puerta es la puerta. La puerta no tiene puerta pero yo puedo acceder a mi interior...

2. Asiento en un tren

Pañuelos que no son para nosotros. Amantes del último minuto. Luces de la estación. Rosas que pierden un corazón en busca de un abrigo para la ternura. Lágrimas que traicionan a las aceras. Mitos que no son para nosotros. Desde aquí, ellos han partido. ¿Tenemos a alguien allí para que se alegre a la llegada? Lirios que no son para nosotros porque besaríamos los raíles. Viajamos en busca del vacío pero no nos gustan los trenes cuando sus estaciones son nuevos exilios. Lámparas que no son para nosotros porque veríamos a nuestro amor de pie, esperando el humo. Tren rápido que corta los lagos. Y en cada bolsillo, las llaves de una casa y la foto de una familia. Los pasajeros del tren regresan con su gente, pero nosotros no regresamos a ninguna casa. Nosotros viajamos en busca del vacío para encontrar la rectitud de las mariposas. Ventanas que no son para nosotros y saludos en todas las lenguas. ¿La tierra era más clara cuando cabalgábamos en los caballos antiguos? ¿Dónde están los caballos, las vírgenes de los cantos y los himnos de la naturaleza que estaban en nosotros? Yo estoy lejos de mi lejanía. ¡Qué lejano está el amor! Las chicas nos capturan, rápidas como ladrones de mercancías. Olvidamos las direcciones en las ventanillas de los trenes. Nosotros, que amamos diez minutos, no podemos regresar a ninguna casa familiar, no podemos atravesar el eco dos veces.

(de Cuatro direcciones personales)
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VEO LO QUE DESEO

Miro hacia atrás esta noche
en las hojas de los árboles y en las hojas de la vida.
Contemplo la memoria del agua y la memoria de la arena.
No percibo esta noche
sino el final de esta noche,
sonidos del reloj que roen mi vida segundo a segundo
y reducen la vida de la noche.
No queda de la noche ni de mí tiempo en el que combatir
pero la noche regresa a su noche
y yo caigo en la fosa de esta sombra.

(de Veo lo que deseo)
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LA GOLONDRINA DE LOS TÁRTAROS

A la medida de mis caballos será el cielo.
He soñado con lo que sucederá después del mediodía.
Los tártaros avanzaban por debajo de mí
y del cielo. No soñaban detrás de sus tiendas
alzadas ni conocían el destino de nuestras
cabras a merced del invierno próximo.
A la medida de mis caballos será la tarde.
Los tártaros escondían sus nombres en los
tejados de las aldeas, cual golondrinas,
dormían con placidez entre nuestras espigas
y no soñaban con lo que sucederá después del mediodía,
cuando el cielo vuelva poco a poco
con los suyos por la tarde.

Tenemos un solo sueño: que el viento pase
como amigo y esparza el perfume del café árabe
por las colinas que rodean el verano y los extraños.
Yo soy mi sueño. Cada vez que la tierra se estrecha
la agrando con un ala de golondrina y me agrando.
Yo soy mi sueño. En la muchedumbre me he llenado con el espejo
de mi alma y mis preguntas sobre los astros que
pasan sobre los pies de los que amo.
En mi soledad hay caminos para los peregrinos
hacia la Jerusalén de las palabras,
arrancadas como plumas de las piedras.
¿Cuántos profetas necesita la ciudad para que
retenga el nombre de su padre y se arrepienta:
"He caído sin combatir"?
¿Cuántos cielos se cambiarán en cada pueblo
para que su chal carmesí le complazca?
No nos mires así.
No seas el último mártir.

Temo por mi sueño a la evidencia de la mariposa
y a las manchas de mora en el relincho del caballo.
Temo por él al padre al hijo y a los que pasan por
la costa mediterránea buscando los dioses
y el oro de los precursores.
Temo por mi sueño a mis manos
y a una estrella erguida
sobre mi hombro que espera el canto.

Nosotros, los habitantes de las noches antiguas,
tenemos nuestras costumbres en el ascenso hacia la luna de la rima.
Creemos a nuestros sueños y mentimos a nuestros días.
No estaban todos nuestros días con nosotros
desde la llegada de los tártaros,
y ahora se disponen a partir
olvidando nuestros días detrás de ellos.
Dentro de poco nos posaremos sobre nuestra edad
en los campos y haremos nuestras banderas de
sábanas blancas. Si la bandera es necesaria,
que esté desnuda de símbolos que la arrugan,
y seamos apacibles para que nuestros sueños no vuelen
detrás de la caravana de los extranjeros.

Tenemos un solo sueño: encontrar
el sueño que nos llevaba
como la estrella lleva a sus muertos.

(de ¿Por qué has dejado al caballo solo?)
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TOMA MI CABALLO Y SACRIFÍCALO

Tú, no mi obsesión de conquistas, eres mi boda.
He dejado a mi alma y a sus parientes, tus demonios interiores,
la libertad de plegarse a tus deseos.
Toma mi caballo
y sacrifícalo
para que, cual guerrero tras la derrota, yo camine
sin sueños ni emociones...
Paz a la fatiga que deseas,
al príncipe cautivo, al oro necesario para la celebración
del verano por tus seguidores. Mil paces para ti,
entera y plena con tus pretendientes, humanos o genios.
Paz a lo que has hecho de ti para
ti: la horquilla de tu pelo rompe
mi espada y mi escudo,
y el botón de tu camisa porta, en su luz,
la contraseña para toda clase de pájaros.
Toma mi aliento como si tomaras una guitarra que acceda
a tus deseos de viento. Toda mi Andalucía
está en tus manos. No descuides ninguna cuerda
para defender el alma en mi Andalucía.
Yo sabré, en otra época,
sabré que he logrado la victoria con mi desesperación,
que he encontrado mi vida, allí,
fuera de ella, junto a mi pasado.
Toma mi caballo
y sacrifícalo, para que yo porte mi ser,
vivo o muerto...

(de El lecho de una extraña)
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YO SOY UNO DE LOS REYES DEL FIN

Yo soy uno de los reyes del fin. Salto de mi
caballo en el último invierno. Soy el último suspiro del árabe.
No me asomo al arrayán sobre las azoteas y no
miro a mi alrededor por si me ve aquí alguien que me conozca
y sepa que he pulido el mármol de las palabras para que mi mujer atraviese
descalza campos de luz. No me asomo a la noche para
no ver una luna que iluminaba todos los secretos de Granada
cuerpo a cuerpo. No me asomo a la sombra para no ver
a alguien portando mi nombre y corriendo tras de mí: descárgame de tu nombre
y dame la plata del álamo. No miro hacia atrás para no
recordar que pasé por la tierra. No hay tierra en
esta tierra desde que el tiempo se rompió en torno a mí, fragmento a fragmento.
No estaba enamorado para creer que las aguas eran espejos,
como les dije a mis viejos amigos. Y no hay amor que interceda por mí.
Desde que he aceptado el pacto de paz no tengo presente
para pasar mañana cerca de mi ayer. Castilla izará
su corona sobre el alminar de Dios. Escucharé el tintineo de las llaves en
la puerta de nuestra edad de oro. Adiós a nuestra historia. ¿Seré yo
quien cerrará la última puerta del cielo? Yo soy el último suspiro del árabe.

UN DÍA ME SENTARÉ EN LA ACERA

Un día me sentaré en la acera, la acera del extranjero.
Yo no era un narciso, aunque defendía mi imagen
en los espejos. ¿Has estado alguna vez allí, extranjero?
Quinientos años pasados y acabados, y nuestra ruptura continúa,
allí, indefinida. Entre nosotros las cartas continúan, y las guerras
no han modificado los jardines de mi Granada. Un día pasaré por sus lunas
y frotaré mi deseo con un limón. Abrázame para que renazca
de los perfumes de un sol y un río sobre tus hombros, de los pies
que arañan la tarde y ella vierte lágrimas de leche a la noche del poema.
Yo no fui un pasajero en las palabras de los cantores: yo era sus palabras,
la paz de Atenas y Persia, Oriente abrazando a Occidente
en el viaje hacia una misma esencia. Abrázame para que renazca
de las espadas damascenas en las tiendas. No queda de mí
más que mi vieja armadura y la silla dorada de mi caballo. No queda de mí
más que un manuscrito de Averroes, El collar de la paloma y las traducciones.
Yo estaba sentado en la acera, en la plaza de las margaritas,
contando las palomas: una, dos, treinta... y a las muchachas que
robaban la sombra de los arbustos sobre el mármol y me dejaban
las hojas de la edad, amarillas. El otoño ha pasado para mí, y no me he dado cuenta.
Todos los otoños han pasado, nuestra Historia ha pasado por la acera...
y no me he dado cuenta.


(de Once astros)


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Darwish leyendo, en enero de este año, en Jordán, aunque sea para escuchar su fraseo.


محمود درويش جدارية

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mario, mi mensaje se evaporó.... Este poeta lo conocí a través de Berger... beso,
Sole