martes, 28 de octubre de 2008

Un poema para despedir al Club Silencio (y para que vuelva lo más pronto, ¿posible?)

I. Corta la bocha, “así te lo digo”, “esto es así”. El pronóstico lo dice, cuando escucha un armado de auricular con un plus estéreo, listo para radio. Corto y llano, el sitio donde desovan las mujeres es un paraíso after nonatos.
El corredor de fondo siquiera “imagina una teoría cristiana o fascista del humor” (Simic), pero siente perturbación por la Rosseta que devuelven los árboles en su barbar de follaje. Las copas y el tronco están preparados para dar su ultimátum al atleta que aplastó cierto animal derretido de miedo.

II. Cuando hablamos de corto y rápido jamás pensamos en encuentros decisivos en medio de tormentas de patios a la sombra. En ese lugar, donde nadie quiso quedarse mayor tiempo del previsto, se recluta la uva chinche en las narices de los niños, para que recuerden solos cuando sean menos niños. Sería una extravagancia perderse en esos olores y preferir la totalidad de una vida en miasmas semejantes.

III. Cierta vez se puso de moda un tipo de lluvia persistente; cortaba al tiempo que lavaba. ¿Pero qué es lo que segaba? La respuesta la tienen los corredores metódicos de los parques. Una lluvia no irrumpe si no para desmerecer el trabajo forzado.

IV. Trasladar no siempre da placer, por eso los olores quedan prendidos en los dientes. La nariz traiciona los demás sentidos. Así te lo digo. Esto es así. “Corta la bocha”.

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