viernes, 9 de enero de 2009

Dos de Bronk

Algo de William Bronk (1918-99), gracias a que pude leerlo en lo de Aulicino, http://campodemaniobras.blogspot.com/2009/01/si-lo-que-percibimos.html


LA SONRISA EN EL ROSTRO DE UN KOUROS


Este joven, desde luego, había muerto, signifique eso
lo que quiera. Y noblemente muerto. Creo que debiéramos sentir
que había muerto noblemente. Quizá cayó en batalla,
y esta piedra esculpida lo recuerda
no como pudo haber sido, sino como si fuera a definir
la virtud desnuda que la piedra describe como suya.
Un pie se adelanta, los ojos al frente, los brazos
bajan más allá de la estrecha cintura hasta las manos
que cuelgan en ilimitada plenitud junto a los flanco pesados.
Este joven había muerto, y la piedra sonríe en su muerte
iluminando los labios con el placer de lo logrado:
un fin. Llegar a un fin. Llegar a la muerte
como a un fin. Y al llegar, llevar intacto el peso
pleno de su fuerza y su virtud, el premio del que
sus manos vacías están llenas. Nada se ha perdido,
sino el hogar, y la sonrisa al fin está lograda.


La muerte ahora, de la que nada aún -o nunca- se sabe,
nos deja solos para que pensemos de ella lo que queramos,
y acepta nuestra decisión, modelando la vida para la muerte.
¿Queremos un final? Nos lo da, y toma lo que damos
y lo guarda; y tiene, de este modo, en la vida misma,
una especie de casa del tesoro de graciosa semblanza
lograda y amparada por la muerte para que sea
por siempre bella y completa, como si
al querer en exceso lo perfecto, la forma intacta
fuera idéntica al deseo de muerte, una opción de muerte
como final. Hay otros modos, sabemos los modos
de hacer otra elección para la muerte: informes
o rotos, menos que completos, desmedrados, vivimos
en un mundo sin forma. Sin fin, no esperamos fin alguno.


No esperes, muerte, sonrisa de orgullo
de mí. No llevo nada en mis mano vacías.


(Sin datos del traductor)






EL SOSTÉN DE LA VIDA


La vida me mantiene vivo: todos sus tubos
y cables están conectados a mí y me sostienen
en formas que la vida determina para mis necesidades.
En una cama de tierra, en casa, sus calendarios
y relojes están programados para mí, los variados aires
matinales, vespertinos, cenitales, dentro y fuera;
las estaciones cambian y vuelven, cambian
y vuelven otra vez. Asunto tras asunto las noticias
circulan, describiendo sucesos y no-sucesos,
reportes a veces míos o de otros que conozco.
Comida, desde luego, frecuente. Salada y dulce,
soluble, y otras soluciones a veces
-fluidos correctivos necesarios para restaurar algún balance
quizá perdido. Estoy al tanto aunque
parezca no estarlo. Difícil de creer la oleada
de corriente a través de mis iras, éxtasis,
y temores a veces en la crisis: un tubo defectuosos.
Poder-intemporal, aunque no por mucho, lloraba
por ser restaurado. Marcadores e interruptores aguardan.
Ningún dios se me acerca. Estoy solo.


Versión de Ángel Llorente

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