miércoles, 18 de febrero de 2009

El pronóstico de oscuridad (VI)













Por si oscurece

La noche avanza. Mantengámonos juntos, es de noche. La tormenta vuelve, creció en paz, con la maleza encima y un pañuelo como árbol. Quedémonos quietos.

El viento avanza. Y los que están en el límite saben qué se les avecina, como si estuvieran dentro de un silbido de colectivos frenando a coro en tiempo muerto.

La señora me encargó de decirle que se queda a dormir…”.
Va tras ella. Fue él. Nadie podrá decir que no se ha defendido.

Dos policías azules se sientan en el cordón de la vereda y detienen gente. Que si no han visto a uno con la cara colorada y el pelo amarillento. Lo que ha hecho o va a hacer, aún no lo saben.

Deviene mono


a Fernando Molle


¿Y si lo peor no ha terminado? ¿Y si la única salida es un hueco de ascensor?
¿Y si la imagen de nosotros mismos está fuera de escala?

Un movimiento puede no ser visto por alguien. Un movimiento puede no ser visto por alguien, que se eriza. Un movimiento puede no ser visto por alguien, cuyo desacople es una retracción de parónimos.

¿No estamos también escarchados por un auge de campanas cuya aleación fuera tierra y añoranza?

Un mono en un poema de Fernando Molle parece quitar pulpa de la cáscara. No la come: sólo es simio al final de un libro, y se extenúa.
El padre en el poema de Molle, en esa quita de artículos de primera necesidad. Pensar que el tiempo se había parado en el crepúsculo. No estaba en los planes de nadie, como si nos tuvieran al tanto de un dispositivo de inmortalidad para declives.

Querido Fernando: lo que aún no termina de pasar es la parte que me gusta de cualquier costado de la luz.

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