miércoles, 10 de marzo de 2010

Reptilicus

En Reptilicus (1961), film danés de monstruos, el hallazgo de la cola de un reptil prehistórico era la antesala de una pesadilla impactante: el bicho infernal se regeneraba desde la cola hasta el cerebro. Obvio, se trata de un caso extraño por donde se lo mire, porque en algún momento el animal se movía sin cerebro. Y más aún: lo hacía mientras su cerebro se regeneraba. Con todo, el bautizado por el Profesor Otto Martens (Asbjørn Andersen) como Reptilicus, se las arregló muy bien para fastidiar a la sociedad de Copenhague y horrorizar, al mismo tiempo, a gran parte del planeta, creyendo que los monstruos de los films clase B eran la reencarnación de las bestias que los navegantes creían encontrarse, más allá de la línea del horizonte. Uno debiera decirlo, pero no es así: da la impresión que la ingenuidad colectiva sigue siendo el dato a destacar, la irreverencia super-numeraria, porque en algún momento se nos presenta la metáfora de un monstruo engomado, flexible hasta la endeblez, y en él creemos por temor a no ser lo suficientemente indulgentes con la estupidez. Es notable cómo en las últimas horas asistimos a sucesos parecidos. Desde la cola al cerebro, reinjertos descabellados, reabsorciones, simulaciones, antifaces, camufle puro, etc. A Reptilicus lo liquidaron a misilazos, o algo semejante para la época. Es decir, políticas activas, no? Hemos dejado crecer al monstruo delante nuestro. Nos saluda con la cola. Ríe como el payaso de la ópera de Leoncavallo.

Trailer de "Reptilicus" (1961), de Sydney Pink

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