domingo, 25 de julio de 2010

Poesía platense, un principio de discusión

Esta nota, publicada hoy domingo en el diario El Día, es un extracto de una charla de más de una hora entre Julián Axat, José María Pallaoro, Sofía Silva, Ramón Tarruella y yo. Un poco sintética, es verdad, pero grafica lo que piensa cada cual sobre el asunto. Se habló mucho más sobre el panorama de la poesía y las editoriales en La Plata, pero sirve para adobar la discusión.

lunes, 19 de julio de 2010

Habla Róger Santivañez

En esta entrevista para El Telégrafo, periódico de Guayaquil, el excelente poeta peruano Róger Santivañez, autor -entre otros libros- de Eucaristía y Labranda, habla de sus influencias, su derrotero literario y sus preferencias a la hora de mencionar sus contemporáneos. La claridad de este escritor va de la mano de su escritura, puro riesgo y velocidad, completa dosis de tradición y vanguardia. De los mejores de los últimos años.

viernes, 16 de julio de 2010

Quiero escribir y me sale pintura


Y bueno, no se puede conformar a todo el mundo, menos a una nación. Se aceptan críticas, de cualquier tenor o soprano. Aguante La calabaza del diablo!

domingo, 11 de julio de 2010

Salió por Goles Rosas: La orquesta de bronces (poemas ex yugoeslavos)

Tres poemas de adelanto de este libro pequeño, editado por esta muy buena gente, Juan Aguirre a la cabeza. El libro tiene un sistema particular: el interior y la tapa van por adjunto, vía mail. Cada quien lo imprime y construye su libro, sino, se lo lee por pdf. Ojalá les interese. Para comunicarse con los muchachos de Goles Rosas, escribirles a golesrosas@yahoo.com.ar
Atroz en Yugoslavia

Perhan acompaña a Danira, siendo
aprensivo como es, a los hospitales.
Deja a su abuela atrás, y a su manera
sigue la pista de toda operación
ilícita que lo involucre. A continuación
emerge de entre los niños y las mujeres
vendidos como servidumbre por sus familias.
La comitiva en furgoneta semeja ensambles
de maturrangos en plena marcha. Incapaz
de permanecer con ella, enseguida
se fuerza en dejarla y viaja a Italia.
Todo se salió de sus cabales, adversarios
o no. Final de un sueño de afiliación
masiva. No en otros términos las lealtades
que cambian de puesto son procesos
sin pellizco de alevosía.


Llanura de Vipava (1992)


Tren del atardecer devenido
de pronto en hilera nocturna.

Es verdad, los acantilados se habían
convertido en un rosario de tinieblas.
Brillo de luna a través de las lumbreras
que apenas se movían de sitio.

Una recta con curvas y cambios
de dirección salía de sus puntos
cardinales, mientras despuntaba
una naturaleza muerta de uvas
y peces. Visión de las primeras
cepas, auxiliadas por filas radiantes
de viñedos adheridos a una ladera.

El tren estaba a pleno y la gente
hablaba de un modo confuso
e ininterrumpido. El conductor
también hablaba. No pasó una hora
en la que no se hiciera una pausa.

Convertido en la atención misma
así miraban su cabello. El de una
joven soldado lamiendo sus heridas
y el de un prójimo de la misma edad,
despertándola.


Con relación a los saqueos (1997)

Mañana no habrá dinero.

¿Será mejor que perturbar
el sueño de un hombre
sólo por sopapear
a su adversario?

Así, estirar los brazos
hacia la cartera y colocar
esa elevación de billetes
sobre la mesa: una labor.

Contarlos, acto seguido.

Que el ratero siga
donde está.
Nadie lo llama,
¿quién lo necesita?

Una persona así
es capaz de todo
-incluso de volverse
feliz entre los vivos-
y más allá de las lucernas
con que relumbra
una vida de humo
y degollina, verifica.

Con los mendigos
se hará una excepción.
Después de todo
sólo manejan sumas
miserables.

jueves, 8 de julio de 2010

"Es imposible encarar cualquier proceso de cambio sin un porcentaje muy importante del sujeto peronista"

El ex diputado nacional y dirigente del SI, Carlos Raimundi, mi amigo desde 1977 (Colegio Nacional de La Plata, preceptor, lector de Ignace Lepp, y tripero como quien escribe, etc.) dice aquello ("es imposible encarar...) y otras cuestiones referidas a la situación actual, su mirada sobre el peronismo, el kirchnerismo y la batalla contra los factores de poder. Vale la pena. Nota muy jugosa con un dirigente que tiene que volver a la cámara urgente.

lunes, 5 de julio de 2010

Se fue Horacio Castillo: Ensenada 1934 - La Plata 2010

A Horacio Castillo lo conocí poco y lo leí mucho. Lo poco que pude conocer a este ensenadense devenido platense, fue suficiente para comprobar que el rito silencioso del bajo perfil acomoda los tantos en poesía. Nada de énfasis, ninguna cosa fuera de su escritura que sobresalga, nada de lobbys subterráneos. El hombre escribía, en ese Egeo personalísimo por el que funcionaba un mundo propiciado por el rigor de una estructura, la absurdidez de un sistema métrico implantado detrás de un lector promedio y esa perturbación que tienen los grandes escritores cuando hacen andar una deriva que parece tragárselos a sí mismo. No habrá otro como él; no hubo otro como él. No porque la muerte lo haya alcanzado es que su figura se agiganta, sino que los que escribimos siempre nos sentimos pequeños delante suyo. Rescato ahora un texto de su tocayo, Horacio Fiebelkorn, que escribiera para la revista El Espiniyo, dirigida por el amigo José María Pallaoro, en 2006. El texto se titula "Castillo, el solista". Antes, para que conozcan cómo escribía, por si nunca lo leyeron, recojo un poema suyo, Para ser recitado en la barca de Caronte, perteneciente a Tuerto rey, 1982:

"El paisaje es más hermoso de lo que habíamos imaginado:
estas murallas que caen a pico sobre nosotros,
aquel sol negro descendiendo sobre la laguna,
allá, a estribor, un arco iris que refracta la niebla.
Pero esta moneda de hierro entre los dientes,
este óbolo que debemos morder hasta el término del viaje,
cierra la boca que desea cantar.
Cantar para estas almas tristes sentadas en el banco,
mientras el cómitre marca con el látigo el compás,
mientras ordena remar sin interrupción,
cada vez más fuerte, cada vez más rápido, más lejos de la luz."

Castillo, el solista

Por Horacio Fiebelkorn
1
En un ensayo sobre Juan L. Ortiz, el poeta y crítico rosarino Martín Prieto afirma que “las historias de la literatura, los esquemas, las muestras, trabajan sobre el coro: un conjunto de voces que interpreta una misma canción, sea ésta modernista, postmodernista, simbolista, vanguardista, etc.” Prieto agrega que “una voz disidente no tiene lugar en la convención de la historia de la literatura.”. El ensayista daba cuenta de las dificultades y límites que durante décadas mostró la crítica para ubicar al autor entrerriano en alguna corriente que pudiera identificarse con facilidad.
Los años pasaron y la obra de Ortiz ya no ocupa el lugar de mítico-autor-de-culto-que-mira-el-río: hubo un enorme movimiento que lo llevó de la periferia al centro, y se hizo justicia, pero hubo que pagar un precio, que fue, ni más ni menos, la conformación de un coro orticiano, De aquel poeta que escribía en la máxima soledad, sin gestos rituales de pertenencia, sin códigos de complicidad con nada que no fuese su propia voz, sus propias emociones y su propio modo de percibir el mundo, derivó algo que, ahora sí, permite una afiliación, un carnet de socio: algo que habilita a, llegado el momento, pedir un lugarcito en la historia de la literatura que, como bien se sabe, se escribe en base al coro y no a los solistas.
Se podría, también, hablar de coros gelmanianos, gianuzzianos, lamborghinianos, carrerianos y zelarrayanescos. Sí, claro, puede surgir buena literatura de allí, pero sin el riesgo ni la aventura del solista, que suele encontrar a sus lectores mucho tiempo después de comenzar a difundir su obra.

2
Ajena a este tipo de operaciones –que suelen inflar a ciertos autores en desmedro de otros, y no se ocupan de los menos obedientes al mandato del elogio- la poesía de Horacio Castillo no dejó de crecer y provocar admiración a lo largo de más de treinta años, y su asumido carácter solista la torna resbaladiza y poco dócil a las clasificaciones de la crítica.
La primera en dormirse, en mirar para otro lado, fue la crítica local, incapaz de advertir la ruptura, silenciosa y profunda, que se producía en la poesía platense a partir de los textos de Castillo, con su libro “Materia acre” (Carmina, 1974).
Hasta el momento, nadie comenzaba un poema con versos como “Soltar la lengua, de manera que no trabe el producto/ que viene desde adentro, impulsado / por una fuerza superior”(...)
La impersonalidad que Castillo imprimió a esos versos, daba por tierra con décadas de exaltación romántica, que era la línea dominante en la producción poética platense, defendida con mayor o menor pericia por diversos autores. Línea que prolongaba un concepto que hacía del “yo lírico” el centro de todo, y limitaba la poesía a la manifestación emocional. La complacencia y el autofestejo permitían que bastara expresar buenos sentimientos en verso, para que el resultado sea considerado poesía, y el autor un poeta.
Esa impersonalidad que impuso Castillo en sus textos – y que Pablo Anadón destaca en su ensayo introductorio a la compilación “La casa del ahorcado”- décadas después se constituiría en la marca de identidad de gran número de autores, acaso con otros referentes, pero Castillo ya la había llevado a la práctica en 1974, en plena explosión de poemas coloquiales y redentores de fácil comprensión para las masas populares, y de exigencias extra-literarias al trabajo poético.

3
Sin renegar de una filiación que reconoce orígenes en los poetas de la “primavera fúnebre”, en especial de López Merino, Castillo parece haber realizado un trabajo de expurgación profundo en relación al lastre ripioso de ciertos modos de adjetivación, y del uso de endecasílabos y alejandrinos: lo suyo es el verso libre, compuesto palabra por palabra, con un frecuente deslizamiento hacia lo narrativo, sin que esto signifique “prosa cortada en verso”. La asimilación profunda de la poesía griega y anglosajona fue un potente antídoto contra el lugar común de la rima forzada y vacía.
En el ensayo antes mencionado , Anadón establece una diferencia entre la poética de Castillo respecto de la de Alberto Girri –con la cual siempre fue asociada- en el sentido de que la obra del platense se “adentra en una lírica nítidamente visionaria”. Mientras Girri –dice Anadón- “marca los límites de lo que puede y lo que no puede ser pensado y expresado por medio del lenguaje humano”, (...) “Castillo intenta aprehender en imágenes verbales esa forma y ese significado que no pueden ser todavía objeto de pensamiento”. Dicho de otro modo: Castillo nada allí donde Girri se ahoga.

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Pero ¿qué es esa forma y ese significado que Castillo traduce a imágenes verbales? La pregunta no puede separarse de la búsqueda de la lengua que haga posible esa traducción. Castillo habla de forma y abstracción, en el sentido de “separar las cualidades de un objeto para considerarlo en su pura esencia”. La palabra esencia invita a pensar –como lo hace el propio Anadón- en un autor esencialista, pero es posible aventurar otra vía de acceso, otro tipo de comprensión.
En efecto, quitar las cualidades de un objeto es, en más de un sentido, despojarlo de cualquier tipo de restos de códigos temporales o contextuales, y los objetos dejan de ser familiares, pasan a ser raros, o mejor dicho, se muestran bajo una luz enrarecida. A la inversa de Gianuzzi, que vuelve familiar lo que está fuera de foco, Castillo aleja las cosas, las sitúa en un lugar distanciado, para hacer que, desde allí, operen en un efecto ominoso, en el sentido que Freud, justamente, otorgaba a dicho carácter: cuando lo familiar se vuelve extraño, cuando lo desconocido está al acecho detrás de lo habitual. En los poemas de Castillo hay automóviles, postes de teléfono, caciques que hacen llover, imágenes oníricas, ruinas, y un cruce continuo de tiempos, desde la Grecia antigua hacia lo contemporáneo: se permite incluso transcribir, en “La toma de Constantinopla”, fragmentos del tema “The end”, de los Doors, pero el clima, en todo momento, hace destilar sobre el aquí y ahora la penumbra dramática de objetos y personajes. El gesto de interrogación que el pulso de Castillo deja caer en su poesía, es atemporal sólo en apariencia: siempre está dirigido al presente, concebido como resumen de la Historia, por más que muchos de sus textos aludan a un pasado lejano, temporal y geográficamente. En esas preguntas que deja picando sin formular, la lengua se prolonga en la lectura, y el poema, finalmente, se realiza, rompe el cerco de la página, invita a una caza de altura. “El poeta es el poema”, dice Castillo en una entrevista, llamando a concentrarse en el texto, y no en el posible rastreo de autobiografía en sus poemas.

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Impersonalidad, narratividad, adjetivación sobria, mínima intervención del ego: el poema “Culto”, publicado en 1974, permitiría caracterizar a la poesía de Castillo como objetivista. Pero esa definición implicaría limitar o condicionar a la obra en relación a aquello que le permite hablar por sí misma, e invita a confusiones, en la medida en que, en todo caso, el camino de Castillo no tiene mucho en común con la ruta que transitan otros autores que sí se reconocen en ese modo de concebir la poesía. Visionario a la manera de Blake, Castillo no forma parte de ningún coro, y no dirige ninguno: es lo que Harold Bloom llamaría “poeta fuerte”, y su obra no convoca a formar coros sino a que aparezcan más solistas que se animen, con los materiales de cada cual, a no ejecutar otra cosa que no sea su propia música.



Entrevista a Horacio Castillo, para la revista virtual Atmósfera Nº 3, 2007. Reportaje a cargo de Horacio Fiebelkorn, Daniel Durand, José Villa y Juan Desiderio. Gentileza de Horacio Fiebelkorn. Al final de la entevista, Castillo lee un poema, El pecho blanco, el pecho negro, perteneciente a Los gatos de la Acrópolis. Los primeros versos del poema, en la voz de Juan Desiderio. Todo un trasvasamiento generacional.

viernes, 2 de julio de 2010

τεχνική (algo sobre Maradona que aún no se haya dicho)

Es sabido que la técnica es un conjunto de máquinas en funcionamiento. No es nada novedoso el concepto, porque lo inventó Aristóteles tropezando con el sentido común cuando éste era apenas una totalidad contemplativa. Si algo le debe la filosofía al sentido común, es haber sido, casi sin proponérselo, el hermano mayor de la cadena evolutiva de una crítica de la razón reflexiva. Pero eso no tiene demasiada importancia. Lo real es esto: el rostro sereno de Maradona hablando con Santo Biasatti y la advenediza María Laura Santillán. Se trataba del rostro de un ex jugador que devino técnico de fútbol, cuando la mayoría de los periodistas deportivos y esas personas que ejercen lateralmente el sentido común como posibilidad de suceso coletivo, entendía que lo mejor para sus conciencias era proponerlo eternamente como un ex jugador. Y el impactante cambio que experimentó Maradona desde que llegó a Sudáfrica es que no experimentó cambio alguno. Diego confirmó que nunca hubo una serialización del mito, porque el mito no se repite cuando es mito, sólo lo hace cuando se construye.
Por eso Maradona hoy, entre sonrisas y gestos muy humanos, decía "yo ya no juego más" (porque hay periodistas y cholulos que siguen hablando como si el aún se pusiera los cortos, como evitándole una muerte segura, como si el lenguaje pudiera pulverizar a Diego, justo a él que logró aislar la sintaxis para descifrar su adn), e incorpora la palabra "muchachos", al referirse a "las 23 fieras" o jugadores de fútbol que representan a la Argentina en Sudáfrica. En el momento en que lo escuchaba me veía a mí mismo (tenemos la misma edad con el mostro, mas no el mismo talento) hablando como él; a ver: no como él, sino desde su punto de partida. Es muy difícil evitar el "muchachos" a los 49 ó 50: la boca se puebla de un diccionario anterior, creado por los padres para ser hablado por los abuelos. Esa es la tradición, y Maradona habla, desde que está en Sudáfrica, desde esa tradición. Algo incorporó que creíamos no era suyo. Y ese es el error de creer que Maradona es el comienzo del fútbol, porque en verdad es la consecuencia de ese comienzo. Y es la consecuencia, porque es la síntesis de la causa primera. Muchos quisieron incorporarlo a la mirada táctico-estratégica con que se disponían los esquemas europeos en el subsuelo argentino. Pero no es así. Cada vez que veo a Maradona me observo en las gradas de la vieja cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata, viendo tocar la pelota a Carlos Della Savia, o a Juan Miguel Tutino, o ver cómo Walter Durso eliminaba a media defensa en Boca, en 1973, y derrotaba a Rubén Sánchez, para tejer uno de los goles más maravillosos que pude ver en mi vida. Maradona confirmó, con su carrera deportiva, que ese mundo existía. Y eso es lo que pude ver en ese reportaje entre Maradona y los conductores de Telenoche: que siempre estuvieron los ídolos pequeños porque los sostenía un ícono mayor. Un diccionario anterior, creado por los padres para ser hablado por los abuelos. "Este tipo me emociona", le decía a mi mujer, que entendía. Las mujeres siempre entienden el lenguaje de los mundiales. Después, no. Este hombre conmueve en serio, nos coloca en un lugar de sensibilidad al que siempre quisimos llegar, y del que nunca nos fuimos. Y para eso está el Diego, para decirnos ése es el lugar.

jueves, 1 de julio de 2010

Sale o sale (II)

Esta es la tapa de una antología de la nueva poesía argentina, en alemán. La editó el sello berlinés Luxbooks, con el título Neue Argentinische Dichtung, y la edición al cuidado de Timo Berger, con la compilación de Gustavo López, el factotum de la editorial Vox. Entre otros poetas están Raimondi, Casas, Martín Rodríguez, Damián Ríos, Llach, Laguna, Mariasch, Helder, Desiderio, Bejerman, and me, y etc. Espero que en el Goethe se pueda conseguir.