domingo, 16 de enero de 2011

La realidad como proceso (prólogo a "Cromosoma" de Juan José Rodríguez Santamaría, a editarse en Ecuador)

1. Si dependiera de cierta estructura, los poemas no serían más que meros artificios irrumpiendo en la espacialidad del lenguaje. Porque un poema es un más allá del lenguaje; funciona desde su proceso y no mediante un corcoveo comunicativo. El narrador argentino César Aira, en su libro Copi (Beatriz Viterbo, 1991), nos ha mostrado la cara más dramática de la escritura, y esa se manifesita en su movimiento siempre ascendente. No se trata de cualquier ascenso sino de un funcionamiento hacia adelante que horizontaliza la narración, al tiempo que los avances se muestran como capas ralentizadas de movimientos incesantes. La clave es que no existe historia, y lo que percibíamos como un pasado recolector de anécdotas, a veces marginado, o mejor, a resguardo, es un pormenor del presente continuo. Los textos que construyen Cromosoma, de Juan José Rodríguez Santamaría, están estructurados en base a esa lógica, como si estuvieramos en plena acción de un ready-made personalísimo. Nuestro autor le llama a todo “el huerto en prosa”, y hace funcionar este mecanismo de tesis y antítesis (como los adversarios mentales de Gombrowicz en Ferdydurke) entre dos variaciones del insert genético: doctor/a y antidoctor/a. Cromosoma es una obra atravesada por series, que a la vez se imbrican en capas de sentido que doblegan el signo. Como si estuvieran regidos por un sistema ideado por Antoni Tàpies, los poemas de Rodríguez Santamaría se van hinchando, para luego convertirse en sucesos volumétricos. Esto se lo vi hacer a por lo menos dos poetas: el coterráneo de Rodríguez Santamaría, Ernesto Carrión, y al peruano Maurizio Medo. Como si combinara pedazos de materiales diferentes, los textos de Cromosoma son ensamblajes de una ruina posible, pero organizada. La pregunta, a esta altura, sería la siguiente: ¿qué se está escribiendo cuando se escribe Cromosoma? Podríamos decir que se construye una legibilidad que conoce cómo demorarse a las puertas del lenguaje.

2. Estos textos se comportan como un objeto encontrado en la materia, pero mostrado como elemento poético que cambia de cuerpo nominal por su código de barras. A eso se le llama collage, y es uno de los procedimientos que despliega este valioso libro de Rodríguez Santamaría. Hay un texto que lo dice todo, que es una musiquita deleuziana irrumpiendo como inscript, como fórmula de base en el basalto del poema (puro volcán de funcionamiento); ese texto es un neologismo muy preciso: “Estéreozen”. Allí está concentrado el presupuesto estético de esta obra. “Si funciona esta máquina diré procedimiento”. ¿Qué tiene de peculiar este verso? Justamente, que no se trata de un verso, sino de un apotegma, una parte estilizada de un silogismo, que mantiene para sí un enigma respondido. El potencial es desmentido por el accionar impulsivo de la escritura. Poner al procedimiento dentro de un locus posible es desenrollar un work in progress, que define perfectamente este nuevo libro de una voz personal en la poesía latinoamericana. La escritura de Rodríguez Santamaría produce un efecto de surfear sobre el subsuelo de un lenguaje removido por la combustión de la sintaxis, que es la fragua de los nombres, y por ende, el pretérito del cuerpo, su universo cromosómico. Cuando el poeta nos dice que hay que “desarmar el fragmento: el mecanismo de la cabeza hablante: el ‘crujir de los dientes’”, no refiere a otra cosa que al suceso de una escritura que balbucea, disgrega y reparte sus movimientos de significado. La poesía en Cromosoma es un golem polifónico que reparte la imprevisión de la escritura.


3. No caben dudas que una de las series más impactantes de Cromosoma es la llamada Metástasis. Este segmento reúne textos expandiéndose y ocupando un lugar privilegiado en el contexto de la obra. En esa serie, los poemas trabajan desde la influencia nominal, o escritural. “Post Gamoneda” y “Post Lihn”, son dos textos que trabajan desde la salida del contacto hacia la inscripción del funcionamiento. Si algo tiene de novedosa la construcción de una escritura, es cuando el lector detecta que más allá del pulso existe una preceptiva, un artefacto desarmable que se nos muestra con todas las piezas juntas pero que da la impresión que separadas mantienen un valor de estilo. Rodríguez Santamaría pertenece a una generación que consigue desalambrar los límites de la propuesta interrogativa de las vanguardias de principio de siglo XX y que se recuesta en las intervenciones antimiméticas de los poetas de fines de los años 70 y principio de los 80. Da la impresión que las redes sociales alimentaron estos textos sin adulterar los procedimientos. Esa “lengua cero del espacio vacío”, marcada como un tatuaje sinusoidal en medio de un bosque perlongheriano, es la promoción en carne viva de una poesía montada en los márgenes de la realidad, pero cuya estructura de disputa es el campo metonímico. Rodríguez Santamaría desplaza el sentido de sus textos como un trabajador las piezas de una instalación, que en el caso del poeta de Ambato parecen ser elementos dispersos de una escenógrafia destinada a una gran obra dramática, de la que sólo vemos sus ruinas estilizadas.

4. El lenguaje se ha hecho extraño a sí mismo, como si fuese en palabras de Luis Justo, una ucronía, una forma de lugar intermedio de los géneros. Esa zona de disputa de Cromosoma nos muestra que las palabras ya no forman frases, o como diría Bonnefoy “el lenguaje sigue estando allí, pero el habla se ha extinguido”. Qué otra cosa es ese territorio subsanado de la realidad en estos poemas de Rodríguez Santamaría, cuando nos dice: “Eso es decir estoy de vuelta: la realidad está dentro: la realidad está fuera, pero dentro. Estoy solo como estoy solo dentro de mi mente que es lo que lees.” La intención del escritor de poseer la mirada discreta del lector en medio del follaje de la conciencia del poeta. Un posible estar dentro y fuera al mismo tiempo, como si interviniera en los textos de este poeta ecuatoriano un minúsculo salvoconducto hacia la periferia de la escritura que es la inmanencia hecha libro. En otra de las secciones, “Hiperbalada para saltar en el tiempo”, Rodríguez Santamaría trabaja un diario falso, o mejor, unas apuntaciones para alcanzar lo que nuestro escritor llama una primera o segunda desaparición. Eso lo que ocurre cuando el poeta se desentiende del motor inspirador y trabaja desde el artesonado. Esa serie de trabajos seriados funcionan como un antídoto reparador por medio de una prosa minimalista, con el claro fin de restarle a la muerte su recorrido, volver al punto cero del suceso creativo y poner en funcionamiento esa máquina de triturar el territorio semántico, donde se da la invitación a arder junto al poeta, en un nuevo escuchar. De esta manera, Rodríguez Santamaría nos muestra en Cromosoma el reverso de la naturaleza muerta que es la “post naturaleza viva”, donde el fantasma de Jacobo Fijman, en esa estrella ausente y ambulatoria, nivela hacia arriba la exigencia de la escritura y nos devuelve un conjunto de poemas que se preparan para acomodarnos en un sitio descentrado, de aquellos a los que nos gustaría volver una vez arribado, no sin dificultad.


Mario Arteca

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Dos poemas de Cromosoma:

PARQUE DE MONJAS II CONFESIÓN
DEL PACIENTE


Quiero borrar este último sueño.
Borrar, contra mi mente,
al menos la mente que tenía de niño
y el sol en pausa,
limpio como el manubrio de una bicicleta.
Doctora, claro, objeto desechable
y uno puede pasar la vida recordando ¿qué?
Sí, doctora, el viento del páramo sobre la hierba
y la lluvia sobre los ratones búlgaros,
mientras corro
sobre un archipiélago de piedras:
extraña imagen de otras adivinaciones.

Claro, doctorantidoctora,
salud es cuerpo adulto,
salud es fruto seco,
salud es silencio: yo, desde luego, doctora,
empiezo a sentirme abandonado por alguien
cuyo rostro se amenaza a sí mismo con herirse.
Tomo cápsulas que nunca sirven
y las imágenes flotan sobre mí
como un suero con erizos
que no puedo evitar sin anularme:
este tiempo es un hueco
donde la mano de mi abuela oculta
un país mío
disuelto en la pila de lavar.


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AXIOMA SOMA

La realidad es un proceso mental. No siempre supimos que nuestro cuerpo pesaba (lo terrible es decirlo).

Tú, anteSeñor, silbaste en lo irascible. ¿Qué?

Lenguaje idioma roto desde el revés del idioma intacto.

Silbaste en lo irascible la adopción de un nuevo idioma debía destruir el antiguo esas palabras todas llaves ninguna puerta.

Aquí está roto el orden de las sílabas del mundo no hay orden no hay sílabas no hay este mundo no hay otro mundo.

Todo es vacío todo es posdespertar.

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